A raíz de una frase empleada por la presidente argentina, Cristina Fernández: «Los trabajadores van a laburar en bondi», me han preguntado qué significan estos vocablos y si el uso es apropiado para un jefe de Estado.
Por un lado, el término laburar está aceptado por la Real Academia Española:
laburar. 1. intr. coloq. Arg. y Ur. trabajar (‖ tener una ocupación remunerada).
Este término proviene del lunfardo: trabajar, ocuparse en cualquier ejercicio, obra o ministerio (“Que laburen los giles”, Gómez Bas). ‖Simular un estado, ocupación, oficio o profesión (“El hombre sigue con el pañuelo laburándola de sudoroso”, Roberto Arlt). ‖Procurar, hacer diligencias o esfuerzos para conseguir lo que se desea (“Sé lo que significa laburarse un ascenso”, Ferández Moreno). ‖Conquistar el favor o la voluntad de alguien (“¡Yo no sé por qué son así las mujeres! Si un piedrún cualquiera las labura con parolas llenas de poesía…”, Dallegri). ‖Leng. del. Robar. Alterna con las formas menos usuales laborar y lavorar. Del ital. lavorare, con interferencia genovesa. Laburante, laborante, lavorante: trabajador. Laburo, laboro, lavoro: trabajo, acto y efecto de trabajar; robo, acto y efecto de robar.
Por otro lado, bondi es un vocablo popular y no ha sido reconocido por la Real Academia Española.
Su significado es “tranvía”, y proviene del carioca bonde. El término surgió al fundarse en Río de Janeiro la Compañía de Transportes Colectivos Jardim Botânico, ocasión en que la empresa, que era inglesa, emitió acciones --bonds— para formar el capital. El pueblo, que no entendía inglés, identificó a los tranvías con dichos bonds.
En Buenos Aires, al desaparecer los tranvías, el término bondi se extendió a los autobuses.
Ambos términos --bondi y laburar— no se incluyen en la lengua culta, aun cuando el último se refleje en el DRAE. En general, se espera que un jefe de Estado guarde ciertas formas del lenguaje para dirigirse a sus gobernados. Y que sea consciente de que el uso excesivo de un nivel de lenguaje coloquial abre las puertas al inapropiado nivel vulgar.
Particularmente, opino que un presidente debe ser prudente y esforzarse en todos los aspectos de su función —incluyendo la manera de expresarse— para nivelar hacia arriba, evitando el interesado ímpetu populista con rasgos tilingos que solo llevan al aumento del subdesarrollo mental de la nación.
Si, además de cuidar las formas, los dirigentes se educaran en el fondo, ¡qué importante obra de gobierno realizarían! Pero, claro, esto último es una expresión de deseo que queda fuera del ámbito lingüístico.
Por un lado, el término laburar está aceptado por la Real Academia Española:
laburar. 1. intr. coloq. Arg. y Ur. trabajar (‖ tener una ocupación remunerada).
Este término proviene del lunfardo: trabajar, ocuparse en cualquier ejercicio, obra o ministerio (“Que laburen los giles”, Gómez Bas). ‖Simular un estado, ocupación, oficio o profesión (“El hombre sigue con el pañuelo laburándola de sudoroso”, Roberto Arlt). ‖Procurar, hacer diligencias o esfuerzos para conseguir lo que se desea (“Sé lo que significa laburarse un ascenso”, Ferández Moreno). ‖Conquistar el favor o la voluntad de alguien (“¡Yo no sé por qué son así las mujeres! Si un piedrún cualquiera las labura con parolas llenas de poesía…”, Dallegri). ‖Leng. del. Robar. Alterna con las formas menos usuales laborar y lavorar. Del ital. lavorare, con interferencia genovesa. Laburante, laborante, lavorante: trabajador. Laburo, laboro, lavoro: trabajo, acto y efecto de trabajar; robo, acto y efecto de robar.
Por otro lado, bondi es un vocablo popular y no ha sido reconocido por la Real Academia Española.
Su significado es “tranvía”, y proviene del carioca bonde. El término surgió al fundarse en Río de Janeiro la Compañía de Transportes Colectivos Jardim Botânico, ocasión en que la empresa, que era inglesa, emitió acciones --bonds— para formar el capital. El pueblo, que no entendía inglés, identificó a los tranvías con dichos bonds.
En Buenos Aires, al desaparecer los tranvías, el término bondi se extendió a los autobuses.
Ambos términos --bondi y laburar— no se incluyen en la lengua culta, aun cuando el último se refleje en el DRAE. En general, se espera que un jefe de Estado guarde ciertas formas del lenguaje para dirigirse a sus gobernados. Y que sea consciente de que el uso excesivo de un nivel de lenguaje coloquial abre las puertas al inapropiado nivel vulgar.
Particularmente, opino que un presidente debe ser prudente y esforzarse en todos los aspectos de su función —incluyendo la manera de expresarse— para nivelar hacia arriba, evitando el interesado ímpetu populista con rasgos tilingos que solo llevan al aumento del subdesarrollo mental de la nación.
Si, además de cuidar las formas, los dirigentes se educaran en el fondo, ¡qué importante obra de gobierno realizarían! Pero, claro, esto último es una expresión de deseo que queda fuera del ámbito lingüístico.